Padre, ¿dónde estás?
Padre, ¿dónde estás?
Te busco con el alma desgarrada,
en cada rincón de mi ser,
en los susurros del viento,
en las sombras de la noche.
Te llamo con lágrimas silenciosas,
con un grito ahogado en el pecho,
te llamo y solo el vacío responde,
un vacío lleno de tu ausencia.
Padre, te extraño más allá de las palabras,
más allá del dolor y la añoranza,
te extraño en cada instante robado,
en cada abrazo que nunca más tendré.
Tu ausencia es un pozo sin fondo,
una herida que sangra sin parar,
un eco de amor no correspondido,
un suspiro que se pierde en la nada.
Luché sola con mis hijos,
con la fuerza que me diste,
trabajé día y noche,
para lograr lo que soñé.
Te veo en mis sueños,
donde aún estás a mi lado,
donde tu risa llena el aire,
donde tu amor me envuelve.
Te siento en cada latido de mi corazón,
en cada lágrima que cae silenciosa,
en cada recuerdo que guarda mi alma,
en cada susurro de esperanza.
Padre, aunque no estés aquí,
tu espíritu vive en mí,
me das fuerza en mis momentos más oscuros,
me das paz en mi tormento.
Logré graduarme, padre,
con el esfuerzo y el sacrificio,
quería compartir mi alegría contigo,
pero te fuiste antes de tiempo.
Te llamo y sé que, en algún lugar,
me escuchas con el amor eterno,
me cuidas desde la distancia,
me abrazas con tu luz infinita.
Padre, te llevo siempre en mi ser,
en cada paso que doy,
en cada sueño que persigo,
en cada risa que regalo.
Padre, no hay adiós entre nosotros,
solo un hasta luego en el más allá,
donde te encontraré de nuevo,
donde el amor nunca muere.
Juan Pablo Q. Molina